En el corazón de Sierra Morena
hay un lugar en donde el bosque mediterráneo abre sus escarpadas lomas y valles a un olivar de montaña propio y característico que con tesón y apego a un territorio hoy sigue vivo y ofreciendo su valor a sus gentes y a la sociedad.
Definir un olivar de sierra como el de Los Pedroches desde un punto de vista objetivo nos podría llevar dos líneas:
“Olivar de montaña con fuertes pendientes, escaso suelo y escasa fertilidad, muy difícil de mecanizar, altos costes de producción, con producciones bajas y escasa rentabilidad”.
Profundizar en cada detalle de esta descripción nos llevaría a considerar si el esfuerzo de mantener vivos estos olivares entraría mas en un concepto épico que empresarial. Y más teniendo en cuenta que las ayudas PAC en estas zonas son de muchísima menor cuantía que otras superficies en zonas mas favorables y totalmente insuficientes para mantener una renta agraria digna.
Si esta lente objetiva la enfocamos más, y pasamos a otro nivel diferente, podríamos ver otras características de este mismo olivar:
“Zonas con una muy elevada biodiversidad, tanto en flora como fauna, mantenimiento de la erosión, pese a la fuertes pendientes, por manejos de suelo y mantenimiento de cubiertas vegetales, nivel muy alto de insectos auxiliares que combaten las plagas del cultivo, riqueza en Bosques de rivera en las corrientes de agua, necesidad de presencia del hombre como mano de obra por lo que sustenta la fijación de población al medio rural y favorece la custodia del territorio evitando fuegos y zonas perdidas, alta calidad del agua, no habiendo contaminación por la actividad agraria, elevado acervo cultural y tradicional…”
Con este enfoque no podría usar sólo dos líneas, tal vez dos páginas para esbozar una idea de lo que supone un olivar como el de Los Pedroches. Aunque la mejor forma no deja de ser pasearlos…
Y es este valor el que las personas de Olipe, cada cual, desde su responsabilidad, el que defendemos con nuestra actividad. La producción ecológica no es más, que potenciar el valor intrínseco de esta comarca, ecológica en sí misma, pero que hace que la protejamos y mantengamos viva. Y es así como se nos devuelve nuestro trabajo: con su cosecha, con la calidad de sus aceites, con su picor y amargor característicos que nos recuerdan que no fue fácil la tarea, pero su salud nos da y mejora la vida.